viernes, 20 de noviembre de 2009

Dejemos tranquilo Torreorgaz


Desde hace años, todos los miércoles viene a casa una señora de Torreorgaz que nos ayuda en las tareas domésticas. Hasta ahora, la miraba como lo que es: una señora encantadora, prudente y educada. Desde que ha pasado lo de Torreorgaz, la miro y sospecho: ¿Será tan desalmada como todos los de su pueblo? Dirán ustedes que si pienso eso soy un estúpido. Y tendrán razón. Pero eso es exactamente lo que está haciendo medio país a partir del episodio de la burra maltratada. Hemos cogido a una docena de menores de edad embrutecidos por el alcohol y por una tradición lamentable, antigua y bastante extendida, que se basa en que cuanto más animal seas, más macho parecerás, y los hemos convertido no solo en representantes genuinos de un pueblo, sino en preclaros símbolos de Extremadura. Si Umbral decía que Extremadura era la luna con cabras, ahora, en los 'españasdirectos', los entrevistados dicen que somos el culo del mundo con burras reventadas por la vulva. Aunque lo peor es que estamos siendo nosotros, los propios extremeños, quienes estamos haciendo escarnio de Torreorgaz (ya la llamamos Burraorgaz), tomando la parte por el todo y lanzando temerarios juicios de valor: los padres de los chicos son unos cobardes, la alcaldesa, otra cobarde, los chavales, unos futuros maltratadores de sus mujeres y todo el pueblo, en fin, el ejemplo evidente de la degeneración de la raza humana. Pero yo miro a la señora que viene los miércoles a casa y veo a una extremeña sensata y cabal, que observa asustada cómo su pueblo es insultado en la tele y en Internet y está preocupada porque conoce a los padres de los quintos y sabe que no son unos cobardes, pero sí están acobardados. Lo que han hecho con la burra es injustificable, pero lo que se está haciendo con Torreorgaz, también.

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